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Un Hijo de la Sangre

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Un ser muerde tu cuello y empieza a succionar tu sangre. Justo antes de que expires, te hace beber un poco de la suya, la cual te quema como si estuviera hirviendo, y te infunde vida otra vez. Desde esa noche has sido transformado. Ya no eres humano, sino un ser que nunca imaginaste que pudiera existir, condenado a beber la sangre de las personas para alimentarse. ¿Qué hacer? ¿A quién pedirle ayuda? ¿Cómo volver a ser el de antes? Te obligas a alejarte de tus seres queridos para no ser descubierto y para no ceder a la tentación de beber de ellos. Te sientes solo, no entiendes nada, quieres respuestas. ¿Dónde encaja esto en la corriente de la vida? ¿Acaso te has convertido en un demonio? ¿Fue esto un castigo? Piensas en tus dioses, por qué han permitido que haya ocurrido tal aberración.
Pasa el tiempo y te empiezas a sentir solo, te acostumbras a mezclarte entre los mortales sin ser descubierto, y a beber solo de la gente vil, pues puedes leer el pensamiento de las personas. Observas cómo pasan los años, las décadas, los siglos. Ves derrumbarse las ciudades que visitabas, morir a tus seres queridos, desaparecer las costumbres y la forma de existencia que una vez llevaste. Y te preguntas si la vida tiene algún sentido, si en verdad hay algo que en verdad perdure, o si es verdad que todo se acaba con el paso del tiempo, menos tú.



Ya nadie adora a los dioses a los cuales les prestabas devoción. La gente ha adorado a otros dioses modernos, y estos han quedado en el olvido otra vez, dejando el lugar para un nuevo dios cristiano. Y piensas en cuánto tiempo tendrá que pasar para que lo olviden también y sea reemplazado por alguno más.
Admiras el arte, y recorres el mundo en busca de pinturas, esculturas o melodías que te hagan sentir felicidad. Puedes pintar y tocar instrumentos a la perfección, pero jamás podrás hacerlo con el sentimiento de los artistas mortales.
Ya no requieres beber sangre cada noche, pues tu poder a aumentado con el paso de los años, y solo necesitas hacerlo cada varios meses. Tu piel se ha vuelto de un color marfil y al tacto es fría y suave como loza. Cada vez te sientes menos humano, y deseas con anhelo compartir tu mundo con alguien. Te das cuenta de que te has vuelto muy, muy sabio con el paso de los siglos, y has sido un atento espectador de la vida de los hombres, de los cuales ya has casi olvidado que alguna vez fuiste parte. Pero también adviertes que tus pasiones y defectos no han cambiado con el paso del tiempo, y te das cuenta de que un vampiro no puede cambiar sus emociones, sino que estas se quedan para siempre tal como eran en el fatídico momento de la transformación.
(Si este tipo de historia les resulta interesante, les aconsejo leer los libros de las Crónicas Vampíricas, de la escritora Anne Rice)

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