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Trato de separar madurez de seriedad

1 comentario
Seriedad implica madurez. ¿A quién se le ocurriría eso?

¿Ser serio es ser maduro? Podría citar miles de ejemplos que contradicen eso. Mira tú, querido lector, a tu alrededor, y busca a esa gente seria. Y obsérvala, estúdiala como si fueran organismos de vida bajo el microscopio de un científico.



Verás que a través de esa capa de seriedad se ocultan miedos, fracasos, traumas, amarguras, problemas, timideces, orgullo, miedo al qué dirán. Un equipaje que no fueron capaces de dejar atrás, que a lo mejor nunca creyeron que podrían dejar. Y ese tipo de personas viene por el mundo abriéndose paso y enseñando a los menores que ESO es ser maduro. Ser moderado, equilibrado, no dejarse llevar por las emociones, no soñar ni hablar de cosas extravagantes. La vida gris, ese fatídico color que no refleja vida ni muerte, sino la existencia de lo interte.

Hasta donde sé, no hay una definición clara de madurez. Creo que está relacionada con llegar a ver el mundo desde cierto nivel. Cuando niños no vemos las consecuencias de nuestras acciones, no nos ponemos en el lugar de los demás, no nos cuestionamos la vida, no nos hacemos responsables de nuestros actos. Con el tiempo vamos aprendiendo y viendo la vida desde un sitial más elevado. Aprendemos a controlarnos, a tomar el peso de nuestros hechos y a ser más independientes y consecuentes con nuestros ideales y metas.



Y también podremos llegar a aprender muchas cosas, tener un trabajo, tener ideas propias y fundamentadas de la vida, la política y la religión. Ser capaces de valernos por nosotros mismos, saber cuándo pedir ayuda y cuándo ofrecerla. Mirar en los ojos de otros y ver cómo la vida los ha transformado en lo que son, y elegir entre llorar con ellos su mala suerte, admirarlos por sus virtudes o alejarse de ellos, por el peligro de sus vicios. Y sabremos cuando nos sequivocamos y debemos reconocerlo, y cuando tenemos razón aunque otros no nos lo reconozcan. Y respetaremos mil y una opiniones divergentes con la nuestra y seremos capaces de cambiar mil y una veces nuestra propia opinión, si es que nos damos cuenta de que es errada.


Tal vez hasta nos podamos volver personas sabias, si logramos aprender lo suficiente y somos capaces de aplicarlo en nuestra vida. Nos podremos llenar de experiencia a medida que pasan los años, y nos podremos llenar de conocimiento a través de libros, televisión, internet y colegios.


Y si después de alcanzar esa forma de ver las cosas eres capaz de darte cuenta de lo poco importante que son las exageradas cortesías, el desmedido orgullo y las costosas vestiduras, y decides salir en medio de la lluvia y revolcarte en el barro, y gustas de hablar horas con niños pequeños acerca de sus juegos y juguetes, ver horas y horas de dibujos animados, leer muchos libros de fantasía, y contestar con una sonrisa y una mirada amistosa a las advertencias de las personas, pues, déjame decirte, lector, que estarás en todo tu derecho.

Porque bien sabrás tú que más tarde estarás hablando sobre filosofía con algún entendido, sicoanalizando a alguien a quien desees comprender, leyendo sobre ciencia o existencialismo o dando algún consejo a quien lo quiera escuchar.

Y es que al comprender cómo funciona el mundo, al enseñar y ser enseñado, al tener la mente y el alma abierta a todo lo que te pueda enriquecer, te habrás liberado de las cadenas de la cotidianeidad, y no te importará ocultar tus miedos, traumas y orgullos bajo una máscara de seriedad, pues trabajarás para superarlos, y al debido tiempo, lo lograrás.


Y serás feliz pues te estarás liberando. Y no tendrás motivos para estar serio, a menos de que así lo desees. Estarás en el camino de la sabiduría.


1 comentario :

Alejandro dijo...

Sobre esto, me acaba sorprender mi pez Wanda (¡¡¡grande Wanda!!!) con una frase de uno de mis filósofos favoritos:

La potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que
es capaz de utilizar.
-- Friedrich Nietzsche.