Qué pena por los que no ingresan a una universidad pública

Qué pena por los que no ingresan a una universidad pública.
Qué pena por los que no viven una vida universitaria.
Qué pena porque no luchan por sus derechos, estén en lo correcto o no.
Qué pena por los que no se manifiestan.
Qué pena porque no sabrán lo que es echarse (reprobrar los ramos) de un semestre, o de un año entero, por amor al conocimiento o al vino.


Qué pena por los que no podrán llorar a causa de las bombas lacrimógenas, ni correrán escapando de los carabineros a través del campus.
Qué pena por los que no sabrán qué es un Centro de Alumnos, ni participarán de las votaciones ni asistirán a los debates.


Qué pena por quienes no sabrán qué es emborracharse dentro de la misma universidad después de un certamen.
Qué pena por quienes no han gritado las consignas de su universidad, por no tener consignas.
Qué pena por quienes no han exigido aprender más de lo que les enseñan.
Qué pena por quienes no han criticado hasta la médula de su universidad, porque la aman y quieren que sea mejor.
Qué pena por quienes no han ido a su universidad porque no tienen nada más que hacer y quieren ver a sus amigos.
Qué pena por aquellos que no han compartido su almuerzo becado con otros menos afortunados.
Qué pena por aquellos que no se han marchado a casa con kilos y kilos de libros en la mochila para estudiar.
Qué pena por aquellos para quienes su universidad no tiene identidad de la cual sentirse parte.
Qué pena por aquellos que no saben que  universidad viene de universo.
Qué pena por aquellos que no tienen amor a su universidad.
Qué pena por aquellos a quienes su universidad no les tiene amor.

Qué pena por los que no ingresan a una universidad pública.