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Demasiado amor y muy poco respeto

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Mas que amor, nos hace falta respeto. El amor lo aguanta todo, dicen por ahí.  Mientras que el respeto no es tan magnánimo.

Podemos, a manera de ejmplo, adoptar un gatito,  llevarlo a vivir a nuestra casa para que sea nuestra compañía. Y para que no se ensucie no lo dejamos salir al exterior, y para que no arañe le podemos cortar las uñas, y también los bigotes para que no los tenga tan largos. Y podemos bañarlo con shampoo especial para gatos y tenerlo siepre perfumado y con un collar con una campana para que siempre sepamos en dónde está. Y podemos decir que lo hacemos porque amamos a los gatos, y que a este lo queremos mucho. Sin embargo, en nombre de ese amor estamos  haciendo que el pobre felino sufra un cautiverio en condiciones deplorables, mientras matamos poco a poco su instinto y lo obligamos a "civilizarse", todo para satisfacer nuestro inmenso y egoísta amor por los gatos.

Tal vez haya amor en eso, alguna forma retorcida de amor,  pero no hay respeto (otro día escribiré acerca de si en verdad puede existir amor sin respeto). Si nos detenemos a pensar en que ese ser deberia merecer nuestro respeto, automáticamente frente a nosotros surge un "alto". Si lo respetas, no le puedes hacer lo que quieras. No te sientes con el derecho a tomarlo como si fuera una cosa. Te pones a pensar que es necesario considerar sus preferencias.

Y no solo en el plano de las mascotas. También podemos aplicarlo en el plano sentimental. Si tenemos una pareja, en nombre del "amor" podemos forzarla a dejar a sus amigos, sus gustos, su forma de vestir, a contarnos todo lo que pasa en su vida, a que nos de sus contraseñas de correos, redes, etc., so pretexto de que la amamos tanto que queremos que nos comparta todo para que no hayan secretos entre nosotros. Pero si ponemos en nuestra mente la idea de que esa persona se merece nuestro respeto, de nuevo la idea de abosorber y mandar se ve obstaculizada.

Y podemos seguir interminablemente. 

Si respeto al vagabundo que me pide dinero, no puedo mirarlo con desprecio por estar mal vestido. 

Si respeto a un árbol, no puedo cortarle ramas sólo porque me da la gana.

Si siendo jefe respeto a mi subordinado, no puedo darle órdenes como si fuera mi esclavo .

Si respeto a mis hijos no les exigiré en nombre del amor que no me defrauden, que estudien lo que yo quiero, o que tengan los amigos o la pareja que a mí me parezca. Puedo aconsejarlos, puedo decirles que no estoy de acuerdo, pero si tengo en mente respetarlos, me vería obligado a tomar en cuenta sus deseos.

El respeto causa al menos un par de cosas. Primero, una cierta distancia entre la persona y lo respetado. Si veo a mis hijos solo con cariño, por el bien de ellos puedo hacerles lo que se me ocurra. Si pienso en respetarlos, de pronto podria sentir que no tengo ese derecho.

Si quiero tanto a mi perro puedo hacerlo vivir en un espacio de dos por dos metros cuadrados para no separarme de él. Pero si lo respeto, entonces no me sentiré con la autoridad para cortar su libertad en pro de mis deseos.

La segunda causa es una consideración por los sentimientos de la otra parte. Me obliga a ponerme en el lugar del otro y tomar en cuenta cómo se siente con mi decisión. El amor egoísta, el amor no consciente, es siempre posesivo. Lo quiere todo para sí. Por eso cuando queremos algo, se dice que lo consideramos como nuestro. Pues el respeto nos hace darnos cuenta de que eso otro también posee individualidad, la cual debemos considerar.



Y podríamos llevarlo aún más profundo.

Tenemos un trabajo que nos va consumiendo día a día. O una pareja a la que queremos pero que la relación nos hace sufrir cada vez más. O un grupo cercano que no nos entiende y nos hace sentirnos como si estuviéramos solos. 

Por cariño o por seguridad podemos soportar eso y hacer oídos sordos del malestar que nos provoca. Pero podríamos aplicar ese mismo respeto para los demás, pero ahora con nosotros mismos. 

Imaginarnos frente a nosotros mismos (puede ser frente al espejo si nos falta imaginación) y decirnos lo que nos estamos haciendo día a día, teniendo en mente el concepto de respeto. Posiblemente nos demos cuenta de que tampoco nos respetamos. De que debido a ir tras nuestros propios deseos, por el camino nos hacemos daño. No nos tomamos en cuenta, nos faltamos el respeto a nosotros mismos.

Y puede que por eso nos sea tan sencillo sacrificar los deseos de los demás en pro de los nuestros. Si yo no me respeto, si no tomo en consideración mis propios sentimientos, es lógico que tampoco me importen los de los demás. Es lógico que quiera obligar a una mascota a parecer un jueguete. Es lógico que exija de mi pareja que actue según mis preferencias. Es lógico que exija que mi hijo cumpla con mis expectativas para él.

Si estoy dispuesto a  hacer vista gorda del malestar que me puedo estar causando, es de esperarse que haga lo mismo con los seres que me rodean, pues si empiezo a tomar en cuenta sus sentimientos (es decir, a respetarlos), en algún momento fijaré mi antención hacia mí, y me daré cuenta de que soy yo el que no se respeta, el que no se toma en consideración, el que no se escucha. Y el darse cuenta de eso podría ser poco agradable para algunos...







Las películas que veo

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Hace tiempo que no escribo algo decente. He estado ocupado en varias cosas, una de ellas es ponerme al día viendo películas clásicas de cine, una actividad que tenía pospuesta desde hace demasiado tiempo. Aquí va una lista de las que he visto estos últimos meses y que me han gustado.

Todo sobre mi madre (1999, Pedro Almodóvar)


La historia comienza con un joven que decide escribir una diario acerca de la vida con su madre. De pronto, ocurre un trágico e inesperado accidente que cambia la vida de ellos en 180 grados, y obliga a la madre a regresar a su pasado. Es una película simple pero compleja a la vez. No trata de grandes situaciones, sino que el valor está en la forma en que son contadas. También merece mención el cuidadoso tratamiento de las escenas, y la excelente actuación. La película posee esa capacidad de mostrarte el mundo de los protagonistas y llevarte dentro de él a medida que transcurre el film. y de pronto te encuentras en su ambiente, entre sus cosas, viviendo su vida como si fueras parte de su vida. Una vida tan real y dura como la vida misma. Con personajes que pueden perfectamente ser personas, que tomaron sus decisiones y terminaron siendo lo que son, para bien o para mal. Es de esas películas que si te piden contarlas, la trama no parecerá de gran valor ni muy interesante, pero que al verlas quedarán en la retina por largo tiempo. El valor está en los detalles.


El bebé de Rosemary (1969, Roman Polansky)



Una película de terror de las buenas. No se ve ni una gota de sangre y casi no tiene efectos especiales, y los únicos que posee son extremadamente básicos. Sin embargo, no necesita más. Una cuidada atmósfera creada por los adecuados enfoques de cámara,  los efectos de luces y sombras, la música de fondo y el desempeño de los actores logra crear durante toda la película la intranquila sensación de que algo anda mal, de que algo se oculta tras la aparente normalidad de las personas que rodean a Rosemary mientras ella espera que pasen los meses para dar a luz a su bebé. Y la tensión aumenta a medida que la futura madre  comienza a demacrarse día a día y a darse cuenta de ciertas cosas que le hacen creer que el mal se esconde tras sus más cercanos, sin saber si es fruto de su locura o la terrible realidad. Con la gran actuación de Mia Farrow.


Rebecca (1940, Alfred Hitchcock)



Filmada en blanco y negro, relata la historia de una mujer que se casa con un aristócrata inglés que apenas conoce, el cual ha perdido recientemente a su esposa anterior, llamada Rebecca, en un accidente del que no desea hablar. Una vez que se va a vivir al castillo de su esposo, los recuerdos de Rebecca parecen rondar en cada lugar, y también entre los criados, aunque nadie habla directamente del tema ni hace alusión a qué le ocurrió. Poco a poco la nueva esposa empieza a sentirse presa de los recuerdos de Rebecca y a sentir que algo en el ambiente mantiene la memoria de la esposa muerta a cada momento. La película logra generar una atmósfera de misterio y tensión que se mantiene hasta el final. Buenas actuaciones, desde luego, pues en esos tiempos no se podía rellenar con efectos computacionales.


99 Francs (2007, Jan Kounen)



Cuenta la historia de una posible realidad (que bien puede ser nuestra propia realidad) de un mundo en donde la publicidad controla todo lo que la gente consumirá, por cuantio tiempo y de qué manera. Octave Parango es uno de los más grandes creativos de publicidad, que cuenta la historia de su vida, la cual ha llegado a un punto de no retorno en que lo ha perdido todo. La película en sí es una sátira y una buena crítica al consumismo y al mundo de la publicidad.  La historia es contada es un estilo tragicómico que más de una risa sacará, pero que también nos dejará pensando. Recomendable sin duda.



Mais ne nous délivrez pas du mal (No nos libres del mal) (1971, Joël Séria)



Película francesa que relata la historia de dos jovencitas burguesas que estudian en un colegio católico. Aburridas de las anticuadas reglas que se les imponen y de la hipocresía de los religiosos, deciden desquitarse haciendo todo el mal que les sea posible. Usando su juventud y su ingenio, ponen manos a la obra en una mezcla de erotismo y maldad. Pero llega un momento en que la situación se les va de las manos. En su tiempo fue una fuerte crítica contra la iglesia católica y sus normas morales, y causó polémica por eso. Y posiblemente aun moleste la conciencia de las personas más canutas. Personalmente debo decir que la encontré interesante, pero algo simple en el desarrollo de la historia y la profundidad del mensaje. pero gustos son gustos.


Leon, El Profesional (1994, Luc Besson)



Leon es un asesino a sueldo de unos 45 años. Al lado de su casa vive Mathilda, una niña de unos 13 años junto a sus padres. Un día sus padres son asesinados por problemas de drogas,  ella sobrevive y le pide a León que le enseñe a ser una asesina para poder vengar a sus padres y a cambio ella le enseñará a leer. La película no sería nada sin la admirable actuación de la entonces pequeña Natalie Portman de trece años, que en el papel de Mathilda logra convertirse en una niña precoz que posee la determinación de hacer lo que sea para lograr su venganza. Su mirada, sus gestos, sus maneras de niña grande y su personalidad es lo que le da valor a la historia. Es una película de acción, que bien podría haber sido un buen cómic. Algunos la encontrarán buena, otros, demasiado simple. A mi me gustó. Y la canción "shape on my heart" de Sting le da un toque especial al final.


El Extraño Viaje (1964, Fernando Fernán Gómez)



Película española que cuenta varias historias entrelazadas que ocurren en un pequeño poblado casi campestre de España, de esos en donde todos se conocen y abundan los cotilleos y las situaciones entre los habitantes. Es una comedia de humor negro a ratos, en donde se cuenta la historia de dos hermanos, aparentemente especiales, que son cuidados por su hermana mayor hasta que ella decide irse del pueblo. La película se toma tiempo en retratar la vida de un pueblo pequeño de esos tiempos, en la que incluye la plaza, los viejos bebiendo vino afuera de la cantina del pueblo, los bailes de los fines de semana y los chismes de las señoras mientras van a lavar la ropa. Es otra de esas películas que al contarlas no se les ve mucha gracia, sino que hay que verla.


Y eso sería por ahora. Pronto vendrán más.