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¿Por qué me duele tanto abandonar las cosas que me causan sufrimiento?

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No, esto no lo escribí yo. Está copiado directamente el libro "Alegría", de Osho, el cual si les interesa pueden comprar (http://www.amazon.es/Alegr%C3%ADa-felicidad-surge-interior-debolsillo/dp/8499890156).

Y dice así:

"Pregunta 9: ¿Por qué me duele tanto abandonar las cosas que me causan sufrimiento?

Las cosas que te causan sufrimiento también deben de
proporcionarte algún placer, porque en otro caso no se plantearía la
pregunta. Si fueran puro sufrimiento las habrías dejado. Pero nada en la
vida es puro; todo está mezclado con su opuesto. Todo lleva su opuesto
en el vientre.

Lo que llamas sufrimiento, analízalo, adéntrate en él, y verás que te
proporciona algo que te gustaría tener. Quizás aún no sea real, quizá se
trate de una simple esperanza, quizá de una promesa para el mañana,
pero te aferrarás al sufrimiento, te aferrarás al dolor, con la esperanza de
que mañana ocurra algo que siempre has deseado y anhelado. Sufres,
pero con la esperanza del placer. Si fuera puro sufrimiento, sería
imposible que te aferraras a él.

Observa, presta más atención a tu sufrimiento. Sientes celos, por
ejemplo, y eso te hace sufrir. Pero mira a tu alrededor: algo tendrá de
positivo. También te proporciona cierto ego, la sensación de ser distinto
de los demás, cierto sentimiento de superioridad. Tus celos al menos se
disfrazan de amor. Si no sientes celos quizá pienses que has dejado de
amar, y te aferras a esos celos porque te gustaría aferrarte a tu amor, o
al menos a tu idea del amor. Si tu pareja se va con otra persona y no
sientes celos, empezarás a pensar inmediatamente que has dejado de
amar. Llevan siglos diciéndonos que los amantes son celosos. Los celos se
han convertido en parte intrínseca de tu amor; sin celos el amor muere; el
llamado amor sólo puede vivir con celos. Si quieres tu amor tendrás que
aceptar los celos y el sufrimiento que producen.

Y tu mente es muy astuta, muy lista, y encuentra racionalizaciones.
Te dirá: «Es natural sentir celos». Y parece natural porque a todos les
pasa lo mismo. Tu mente dirá: «Es natural sentirse herido cuando te deja
tu amante, porque tú has amado mucho. ¿Cómo evitar el dolor, la herida,
cuando te deja tu amante?». En realidad, disfrutas de esa herida, de una
forma inconsciente, muy sutil. Esa herida te hace pensar que eres un gran
amante, que has amado mucho, profundamente. Tu amor era tan
profundo que estás destrozado por el abandono de tu amante. Incluso si
no estás destrozado, fingirás estarlo, te creerás tu propia mentira.
Actuarás como si sufrieras terriblemente, llorarás... y quizá tus lágrimas
no sean verdaderas, pero para consolarte, para pensar que eres un gran
amante, tendrás que llorar.

Observa cada clase de sufrimiento: o encierra algún placer que no
estás dispuesto a perderte, o una esperanza, como la zanahoria que le
ponen delante al asno. Y parece tan cercano, a la vuelta de la esquina, y
después de tanto viajar, la meta parece al alcance de la mano... ¿por qué
dejarlo? Ya encontrarás alguna racionalización, alguna hipocresía.

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Casi.

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Hay personas que en cada paso de su crecimiento solo buscarán el pretexto para engrandecer sus complejos. Amarán el dolor, idolatrarán sus laceradas heridas y arrancarán sus costras cada vez que puedan con tal de que estas sigan sangrando sin poder sanar y su alma continúe rota. Buscarán el dolor, el problema, la distancia y el inconformismo que los separe de la felicidad que, mintiéndose a sí mismos, juran que desean encontrar. Seguirán causas perdidas a sabiendas de que fracasarán, pues el temor a encontrar lo que buscan es infinitamente más grande que el deseo de hallarlo. Y se enrederán en cada paso y lucharán con pasión por algo que no existe ni siquiera dentro de sus mentes, pero en lo que les acomoda creer para mantenerse entretenidos y no atreverse a enfrentar la realidad con mayúsculas, con colores y palabras, y tener el valor de cambiarla. Y ese crecimiento sólo les mantendrá dando vueltas en círculos sin avanzar ni retroceder, pero dandoles la sensación de que están logrando algo, un algo tan efímero como la nada misma. Y tal vez no escriba esto solo por casualidad, y tal vez si por esa misma casualidad en la que no creo, la persona adecuada pasa sus ojos por estas palabras tal vez le sirvan para nada, para esa nada que nace del estancamiento en que se mantiene inmersa, esa inamovilidad que tal vez aún me molesta en lo recóndito de mi ser, sin beneficio ni derecho. Y con la incómoda sensación de saber que ya no es de mi incumbencia, ni de mi responsabilidad, ni de mi alegría, y casi ni de mis recuerdos. Casi.

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