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Las drogas y el autoconocimiento

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No algunas, sino todas las actitudes que se consideran como negativas son resultado de una marca, una cicatriz dejada en nuestra memoria en algún momento de nuestra vida. Pero como en nuestra sociedad le damos excesiva importancia al intelecto y dejamos de lado la intuición y las emociones, creemos que porque no recordamos algo, entonces se ha borrado de nuestra  mente.

Nada más falso. Por eso muchas personas cambian tanto cuando revientan en rabia. Por eso algunos otros parecen ser una persona distinta cuando se embriagan. Es porque cuando el intelecto está embotado -sea por una intensa emoción o por alguna droga-, el inconsciente toma el control y, como un animal salvaje encerrado y maltratado, arremete contra lo que se le ponga delante en su deseo de manifestarse.

Soy un firme partidario de que toda persona debería consumir drogas cada cierto tiempo. ¿La razón? Pues, la misma mencionada en el párrafo anterior. Como las drogas embotan la mente consciente, entonces se podrá ver qué emociones hay detrás de esa careta que llevamos puesta todos los días y que se llama racionalidad. Los casos más interesantes serían los de aquellas personas que demostraran un alto grado de deshinibición: se vuelvan más locuaces, más agresivas, más atrevidas, etc.


Es lamentable que muchas personas tengan miedo o verguenza de demostrar tristeza o desilución, como si en la vida todo debiera ser obligatoriamente color de rosa. Hay quienes cuando están en sus peores momentos prefieren salir con muchas personas y donde halla mucho ruido con el fin de olvidarse de sus dolores en vez de enfrentarlos cara a cara y aprender de ellos. ¿El problema? El dolor pasa, pero no se quedan con la lección aprendida. O peor aún, el dolor no se va completamente jamás, y siguien como si ya no existiera. Pero lo que no se deja atrás se aloja en nuestro inconciente, y allí crece y crece. Y de pronto nos sorprendemos moviendo los brazos y hablando a gritos en un ataque de furia, o bien llorando sin saber por qué. Pues, es nuestro inconsciente que aprovechando algún descuido ha tomado algo de control de nuestro cuerpo y nos hace saber que algo está mal allí adentro. Nos está diciendo que sufre, y por eso, que nosotros estamos sufriendo también, aunque no lo queramos aceptar, aunque no lo recordemos.

En esta era en que solo la fortaleza y la racionalidad es lo importante, nos olvidamos de que primero sentimos y luego existimos. De que todo pensamiento es precedido por alguna emoción, y que las definiciones, clasificaciones y demás actividades del conocimiento racional son resultado de la necesidad de comunicar el mundo desde nuestro  inconsciente hacia afuera y desde el mundo exterior hacia nuestro inconsciente.

Y por no tomar en cuenta lo que realmente somos, hemos convertido a nuestro inconsciente en un ser salvaje, criado a base de golpes y maltratatos por cada situación que nos ha marcado. Y siendo golpeado nuevamente por nosotros mismos cuando ha querido quejarse y solicitado nuestra ayuda y apoyo "racional". Es natural entonces que cuando pueda tomar el control nos volvamos agresivos e insoportables.  El inconsciente puede estar prisionero dentro de nuestra cárcel de normalidad, pero si las cosas están mal él se manifestará de alguna forma, y si insistimos en ignorarlo y el problema es muy grave, elegirá formas cada vez más agresivas. Por eso es que podriamos tener cambios bruscos de ánimo, pesadillas, estrés, depresión, ataques de ira, neurosis, y en casos más graves dolores en el cuerpo, enfermedades, tumores, etc.





Es interesante notar que muchas culturas "primitivas" conocían mucho más del inconsciente de lo que nosotros sabemos hoy en día. Ciertos rituales, en los cuales se utilizaban determinadas hierbas para comunicarse con la naturaleza, tenían como propósito el despertar al inconsciente de las personas con el fin de purificarlo. Se creía que la comunicación con los dioses no podía ser lograda por un alma (el inconsciente de una persona) manchada por recuerdos, miedos y traumas reprimidos. Y las hierbas usadas ayudaban a exhaltar los recuerdos del inconsciente mediante alucinaciones, para que la persona se diera cuenta de lo que había en su interior. Según se dice pocas veces la experiencia era agradable las primeras veces, pues cada uno de nosotros guarda dentro de sí más cosas malas de las que creemos.

El primer paso dentro del autoconocimiento es querer conocerse. Pero el camino no es fácil.  Deberemos ver todos nuestros miedos cara a cara y lograr perdonarlos, amarlos y liberarlos y seguir hacia adelante. Eso puede significar que nos demos cuenta de que no somos ni la mitad de lo que creíamos ser. De que tal vez la música que nos gustaba, o nuestra afición a algún deporte son solo fruto de una carencia que en el pasado no logramos llenar. O de que nuestra pareja actual (si es que la tuvieramos) la elegimos porque nos sentiamos solos y queriamos a alguien fácil de controlar, pero no porque la queramos. O bien que nuestros amigos no son como queremos creer que son, pero los tenemos porque los conocemos de hace tiempo. O de que la carrera que elegimos en verdad no nos gusta, pero no queríamos decepcionar a nuestros padres.

Puede darse el caso de que nos terminemos dando cuenta de que nada de lo que somos, decimos y hacemos es en verdad parte de nuestro yo más profundo, y no sepamos qué hacer con eso, si cambiar o seguir igual.

Pero en mi opinión el crecimiento vale la pena.

Y para mientras, buenas son las drogas.






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