El creador de mundos
Desde niño tuvo la habilidad de proyectar imágenes intensas de cuanto pasaba por su imaginación. Al principio nadie se dio cuenta de la importancia de tan particular suceso. Sin embargo, cuando sus padres empezaron a ver extrañas luces bailando alrededor del pequeño, se percataron de su inmenso poder.
A medida que el niño empezaba a crecer, esas luces tomaron forma definida, y los que estaban cerca del infante pudieron ver formas de seres dentro de ellas. Ante sus ojos contemplaban imágenes de escenarios infantiles, pequeños personajes caricaturezcos sacados de la fértil imaginación de un niño especial, hábilmente proyectadas en el plano físico. Imágenes que caminaban o que flotaban, según la naturaleza del juego y la fantasía del pequeño. Formas graciosas, otras extrañas, livianas y transparentes todas, como un burbuja de jabón, que se desvanecían al contacto con un objeto o persona para volverse a formar otra vez,. Y así seguir el juego hasta que el pequeño se cansaba o llegaba la hora de alimentarlo. En ese momento las formas se desvanecían en la nada, de la misma manera como habían aparecido.
A medida que el niño crecía las imágenes aumentaban su complejidad. Ya no fueron solo retazos de pensamientos que se sucedían unos a otros de forma esporádica y según el estímulo del momento. Pasaron a formar pequeños lugares donde habitaban graciosos personajes del tamaño de un dedo meñique, los cuales vivían aventuras, alimentados por el caudal creativo de su originador. Y esos pequeños lugares fueron creciendo poco a poco en detalle y en complejidad, hasta que pasaron a formar un pequeño mundo de juguete donde el pequeño vivía variadas aventuras con seres mágicos e inimaginables.
Los padres seguían maravillados y orgullosos el desarrollo de su hijo. Conocedores de ciertas costumbres ancestrales, y sabedores de ciertas creencias que hace mucho tiempo han sido olvidadas por el común de los mortales, veían en el poder de su pequeño algo más que una mera curiosidad. Sabían por las antiguas leyendas que, a medida que el niño empezara a crecer, dejaría de proyectar ese mundo maravilloso ante los ojos de todos, y que con el paso del tiempo hasta se olvidaría de que existió. Pero también sabían que ese mundo imaginario, no por dejar de verse, dejaría de existir. Y también eran conscientes de la fuerte incluencia que en los años venideros ejercería sobre su hijo, y también de cómo él seguiría alimentando a ese mundo con cada experiencia de vida. Y que seguiría haciéndolo crecer y creando seres y formas dentro de él, según la forma en que asimilara sus experiencias, sus alegrías y sus fracasos.
Conocían las historias que hablaban de la proyección del pensamiento. Del don o la maldición de ser capaz de crear, con más facilidad que las demás personas, a seres, energías y hasta mundos con vida propia, emanados de nuestras emociones más profundas, de la dicha y el dolor, de la alegría y la rabia. Como todos los de su legado, habían escuchado las historias de quienes alcanzaron la increíble experiencia de la iluminación espiritual gracias a esta habilidad. Pero también eran recordaban las historias de quienes habían sucumbido a sus propias formas, generadas por el dolor y la amargura de quienes no supieron purificar sus sentimentos, y cayeron presas del dolor y la más terrible locura, que los consumió hasta la muerte.
El pequeño jugaba sentado en la tierra. Unos seres parecidos a pequeños duendes reían y subían y bajaban por sus hombros y su cabeza, hasta llegar al suelo.
Su padres, a pocos metros más allá, lo contemplaban silenciosamente, abrazados el uno al otro.
Debes ser sabio, hijo - susurró su padre.
(breve relato escrito por mí)
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1 comentario :
hola q tal,que te animo ha escribir sobre esto,describes la naturaleza humana,como si quisieras sacar algo.
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