La verdad es que a nadie le importa

De toda esa gran cantidad de personas que en ocasiones opina acerca de nuestra actitud, nuestras decisiones o nuestras opiniones, a ninguna (o casi a ninguna) de verdad le importamos.

Lo que les molesta es que uno no cumpla con las normas "establecidas": es decir, con la forma de vida del común de la gente. Hacer cosas diferentes y vivir de manera distinta es para muchos una amenaza a su estructura, a su esqueleto de vida.  Y cada afirmación del tipo de "no puedes pensar así", "yo te imaginaba distinto", "pero cómo vas a estar haciendo eso", "pero cómo no vas a querer hacer eso", etc, etc, son un reflejo de esa forma de pensar.




Muchas personas se crían así y hacen suyas creencias y "valores" que, si se les pregunta, no podrán justificar de dónde los sacaron ni por qué los mantienen, a no ser por la  mecánica respuesta de "es que todos lo hacen", tan insípida e insustancial que es casi increíble que pueda mantenerse por sí misma. Pero lo hace, en la boca de una mayoría acostumbrada, o más bien diríamos adiestrada, para seguir las costumbres  y considerarlas al nivel de las leyes de la naturaleza, es decir, inviolables, inamovibles y constantes. Y adrede uso la palabra costumbres para englobar actitudes y valores morales, simplemente porque muchos de tales valores no son más que repetición de lo que se suele hacer, y jamás han llegado a ser atesorados ni nacen del corazón o de donde sea que se suponga nazcan los valores que deben ser valorados.




Ejemplos hay muchos: El tener que creer en Dios; el tener que estar trabajando o estudiando, pero nunca estar sin hacer nada; el tener que casarse llegando a cierta edad; el beber una taza de líquido caliente por las mañanas al desayuno; el tener que usar un paraguas cuando llueve; el tener que tomar el café con azúcar; el beber bebida (gaseosa) al almuerzo; el ser obediente porque "eso es bueno".

Y tales cosas pueden ser tan buenas como malas, pero ¿por qué la manía de exigir que todos las cumplan? Eso no es preocupación real, pues a menos de que se pueda establecer de forma imparcial que las personas que creen en Dios tienen una vida mejor que las que piensan distinto, o de que realmente es mejor trabajar que no hacer nada, etc., no se puede afirmar que es la única o la mejor forma de vivir. Sólo se puede decir que es la más usada.


Quizás muchas personas se molestan contra los que van contra la corriente precisamente porque esas personas les hacen dudar de que su sistema de creencias y costumbres sea tan confiable como ellas creen. Tal vez muy dentro de ellas muchas veces han dudado, pero su temor a lo que les dirá la mayoría es más grande que su voluntad, y se someten a la opinión general y están dispuestas a someter a cualquiera que piense distinto. Y es que en verdad no les importa si la persona "rebelde" es más feliz siendo como es, que siguiendo la corriente. Y no les interesa el bienestar de esa persona. Lo que quieren es que esa persona deje de distraerles de su rutina diaria, de mostrarles que hay otros caminos, de que las cosas se pueden dejar de hacer y no pasa nada. Quieren que todos los demás sigan la misma línea que ellos han seguido toda su vida, lo cual afirman con orgullo aunque no saben muy bien por qué. Quizás, después de tantos años de esclavitud mental, atesoran los grilletes que los esclavizan, y tratan de persuadir a todos los demás de que se los pongan y los sigan a ellos, porque si se dan cuenta de que en verdad hay más que eso, se darán cuenta de lo miserable que es su vida, y de a cuántos han hecho miserables al obligarlos a seguir por la senda de ellos.


Pues la verdad es que a nadie realmente le importa el bienestar, sino que siga las normas.