El caso de los 33 (lo bueno)
La historia en Chile ya es conocida. Un derrumbe en la mina San José, a unos 80 km. de Copiapó dejó atrapados a 33 mineros. Al principio se pensaba lo peor, y con el paso de los días el desconsuelo aumentaba. La única esperanza, se decía, de que siguieran con vida es que algunos de ellos hubieran logrado llegar a un refugio existente dentro de la mina, que contenia algo de alimento y útiles en caso de emergencias. y ojalá que no estuvieran demasiado heridos, que era lo más probable. Y algunos podrían haber quedado sepultados entre los escombros, aún con vida, pero sin poderse mover, y morirían tal vez de hambre y sed. Y sin luz allá abajo, el panorama se veía color de hormiga por donde se le mirara. A medida que pasaban los días, los preocupados familiares de los mineros, que habían montado un campamento llamado Esperanza alrededor de donde estuvo la mina, lugar que a la fecha estaba lleno de reporteros, rescatistas y algunos políticos, ya empezaban a perder las esperanzas.
Se decidió hacer una perforación hasta los 700 mts de profundidad, en la dirección donde estaba el refugio, esperando poder hacer contacto con alguno de los sobrevivientes, si es que habían. Una abertura de pocos centímetros de diámetro, por donde poder enviarles medicamentos y comida, en caso de hallar alguno vivo, mientras se prepararan las máquinas para hacer una perforación lo suficientemente grande para poder sacarlos.
Pero las esperanzas eran cada vez más escasas.
Hasta que llegó el día en que la perforadora llegó hasta el túnel, introdujeron una sonda por el agujero, y al sacarla vieron que en la punta venia doblado un papel, una hoja de cuaderno arrugada que decía:
Llantos, risas y lágrimas, y un país entero emocionado. Es conmovedor saber que, aún en nuestra vida en que cada día tendemos más a vivir dentro de nuestra burbuja, sin preocuparnos por el vecino ni por el que no conocemos, donde nos dormimos "felices y endeudados", como dice Ismael Serrano, donde la indiferencia es el pan de cada día y las sonrisas en la gente escasean como el dinero, aún en estas circunstancias, queda algo humano dentro de nosotros que se activa con tragedias como éstas. Algo como un reflejo, una pequeña vocecita que nos dice que no somos sólo nosotros, que hay algo nos une, algo que va más allá de la afinidad, de la raza o la nacionalidad. Es algo pequeño, oculto en nuestros corazones, pero vivo y que puede ser despertado.
Espero ver el día en que esa pequeña luz despierte para nunca más dormir y su brillo vuelva a darle a nuestras vidas ese amor que hemos perdido.
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