Acerca de meter la pata
Los errores como motivo de castigo... como si siempre un error estuviera asociado algo malo, cuando bien sabemos que la naturaleza del hombre es ir por la vida a fuerza de prueba y fallo, un ser que aprende de tanto meter la pata, porque sabiendo no se nace, y desde pequeños empezamos a pegarnos costalazos por la vida que siempre nos dejan marcas, las primeras son las rodillas peladas y a medida que pasan los años los rasguños pasan a quedar en el alma, de donde también se pueden cicatrizar, como también se descubre después.
Pero se mantiene la costumbre de penalizar el fracaso. Si un estudiante responde mal un exámen en la escuela, tendrá una baja calificación, pero nadie le preguntará si después de dar ese exámen logró aprender lo que no sabía, y no se le subirá la nota si ese fuera el caso. Y si un niño se cae andando en bicicleta es posible que le quiten el permiso de usarla por un tiempo, como si al niño le hiciera gracia haberse caído y estuviera esperando ansioso la ocasón de volverse a caer. Y no seguiré mencionando más ejemplos, pues cada cual tendrá los propios, y mucho más numerosos.
El punto es que a la larga terminamos con un rechazo a cometer errores por temor al ridiículo, por temor al desprecio, a que nos crean ineptos, etc. Así, cada vez que fracasamos tratamos de disimular lo más rápido posible para que nadie se de cuenta, aunque eso signifique echarle la culpa a otros, a la vida, a Dios, a la sociedad, a la vecina o al perro, y de esta forma no nos ponemos a pensar en qué enseñanza nos deja ese error, cuál fue la causa que nos hizo cometerlo (porque si desde el principio no aceptamos que fue nuestro error, no podremos encontrar la causa si es que la causa estuviera en nosotros), y los errores continúan repitiéndose como en un círculo vicioso en que nadie acepta tener la culpa de nada.
¿Qué tal un cambio de enfoque? ¿Qué tal empezar a considerar que uno puede tener escasa, mediana o gran parte de responsabilidad en sus fallos? Y dejar de tenerles miedo, y aceptarlos con alegría y aprender de cada fallo para no volverlo a repetir, y no ruborizarse de verguenza por no hacerlo bien siempre a la primera vez, y no prestar atención a los burlones, que nunca son ni los más acertivos ni los más exitosos, pues cualquier persona que haya triunfado en la vida sabe que el triunfo no viene de hacer las cosas bien a la primera, sino de tropezar miles de veces pero de volverse a levantar, sacar conclusiones y seguir adelante, a la espera del próximo tropiezo que enseñará más cosas, y a ponerse de pie de nuevo y a seguir.
El problema es nuestra mentalidad de creer que fracasar está mal. Nuestra vida será un constante fracaso si cada vez que no nos salen bien las cosas nos rendimos. Mas, si vemos al fracaso no como algo maligno, sino como algo bueno, un regalo que nos muestra algo que necesitamos aprender, entonces todos nuestros errores dejarán de ser algo negativo, y ya no tendremos miedo de ellos y hasta nos ayudarán a crecer.
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